Tuesday, March 24, 2009

Los Extraños Casos Del Doctor Cagalera

Estimados amigos, muchos son los curiosos que me paran por la calle para hacerme preguntas y, por supuesto, son cientos mis pacientes que pasan por consulta esperando encontrar en mí la solución de sus problemas gastrointestinales. La mayoría de ellos vienen por casos comunes, ya saben, diarreas discontinuas, flatulencias, cacas verdes, hipertensión estomacal…. Pero, de vez en cuando, aparecen casos que son realmente sorprendentes, y hoy los he recopilado para satisfacción de ustedes, curiosos lectores.

Un día que estaba pasando consulta, me vino el de las doce y veinte con cara de preocupación.

- Doctor, doctor, estoy muy preocupado.
- ¿Por qué, qué le pasa?
- Verá doctor, es que yo… defeco croquetas.
- ¡Qué me está diciendo!
- Lo que oye, doctor. Cuando voy al baño, hago de vientres, como todo el mundo, pero cuando acabo y miro el resultado, observo que lo que he dejado sobre el váter son croquetas caseras.
- Pero caballero, eso es literalmente imposible. Usted tiene un intestino grueso, no una freidora Balay.
- Si no me cree, deme cinco minutos, que voy al baño y verá cómo salgo de dentro con media ración de croquetas de jamón, y calentitas, oiga.

El paciente entró en el baño y, al cabo de cinco minutos, cuál fue mi sorpresa cuando veo salir al paciente con seis croquetas con una pinta apetitosa a más no poder. Me preguntó que si quería probarlas, pero obviamente le dije que no, pues a pesar de su estupendo aspecto, no me quitaba de la cabeza que esas croquetas habían salido de su orondo culo. Pero, de repente, el hombre se justificó y salió corriendo echando una risotada. Fue entonces cuando empezó a salir del baño un tufo a aceite caliente tremendo y corrí a ver qué me encontraba. Y allí estaba, sobre el lavabo, una mini freidora recién usada, que vaya usted a saber cómo la colocó allí.

Jamás entendí por qué ese señor actuó de esa manera, pero sin duda me facilitó una gran anécdota para contar en bodas y celebraciones varias.

También es digno de mención el caso de un joven que me llegó angustiado a la consulta.

- Doctor, mi problema es que todos los días cago a la misma hora, exactamente a las 12:35 del mediodía.
- Ajá, sin duda alguna es usted muy regular, lo cual le convierte en un hombre envidiado por muchos.
- Ya doctor, pero es que no me entiende. Le digo que todos los días, a las 12:35, esté donde esté, y haga lo que haga, me cago.
- ¿Me dice usted que no puede controlar la evacuación?
- Exacto.
- ¿Ni siquiera retrasarlo unos segundos, los justos para llegar a un váter y proceder?
- Exacto. Veo que ya está captando mi problema.
- Bueno, en cualquier caso, sabiendo que a esa hora usted defeca sí o sí, la solución está en procurar estar sentado en el váter a esa hora.
- Claro, pero comprenderá que la vida no está hecha exclusivamente para mí. Y es verdad que casi siempre consigo estar en un baño a las 12:35, pero otras veces no.
- Ajá, y en ese caso, ¿qué hace usted?
- Por ejemplo, el martes pasado tenía examen de Mercantil, y obviamente no me dieron permiso para ir al baño. Si dejaba el aula, daban por acabado mi examen.
- ¿Y qué hizo?
- Pues lo habitual en estos casos. Me puse unos pañales, y me cagué encima.
- Joooder.
- Y como es normal, aquello empezó a apestar lo suyo al cabo de unos minutos. Así que me puse a mirar de modo acusatorio al tipo de al lado, y todos creyeron que el apestoso era él.

Aquel caso me pareció excepcional. Así que me puse manos a la obra. Le hice una radiología y hallé en su estómago un objeto sospechoso. No se apreciaba bien lo que era, así que decidimos intervenirle para sacarle ese objeto extraño, y no pudimos evitar emitir una leve sonrisa cuando al apreciar aquella cosa, vimos que era un pequeño reloj despertador, el cual estaba activado para sonar a las 12:34. Claro, las vibraciones que emitía el reloj sugestionaba al aparato digestivo para iniciar la deposición de forma inmediata.

Este caso me hizo reflexionar, y di con una idea para solucionar el problema del estreñimiento crónico, y a punto estoy de llegar a un acuerdo con Casio para patentar los primeros despertadores estomacales del mercado.

Pero hubo un tercer caso si cabe más extraño. Me vino un anciano con aspecto normal, más bien delgado, pero sano.

- Doctor, he venido a su consulta porque… porque ayer hice de vientres.
- Ajá, bueno, ¿y qué problema tuvo usted?
- Pues eso, que hice de vientres.
- Pero, eso no es algo anormal, a no ser que tuviese un color extraño, una forma extraña o que sangrase.
- No, no. Tenía un aspecto normal.
- Entonces, ¿qué tiene de malo?
- Pues que hacía 55 años que no hacía de vientres. Exactamente desde 1954.
- Pero señor, perdone que le contradiga, pero es que eso es totalmente imposible.
- Doctor, yo no le voy a mentir. Yo le digo lo que hay, y lo que hay es que después de 55 años, he ido al váter de nuevo a….
- A hacer de vientres.
- Exacto.
- Lo extraño del caso no es que ayer lo hiciera, sino que no lo hubiese usted hecho en 55 años. Y dígame, en todos estos años, ¿cómo se ha sentido usted?
- Pues… normal. He desarrollado mis actividades con total normalidad.
- ¿No sentía usted necesidad de defecar? ¿Sentía su estómago pesado?
- Para nada, doctor. Yo comía, saciaba mi hambre, y nada más. Y así en las tres comidas del día.
- ¿Tampoco orinaba?
- Sí, eso sí. Pero vamos, lo normal. Ni mucho ni poco.
- ¿Vomitaba a menudo?
- No, nunca. Bueno, ya sabe, sólo cuando cogía la gripe o me empachaba de mortadela con aceitunas.
- Extraño caso, señor. Porque, si usted no defecaba, ¿qué pasaba con sus residuos orgánicos? Parte se van con la orina, pero es imposible que el cuerpo no depure lo que sobra de la alimentación. Y dígame, ¿cómo fue ayer su deposición?
- Abundante.
- ¿Cómo de abundante?
- Tremendamente abundante.
- ¿Cuántas deposiciones hizo?
- ¿Deposiciones?
- Mojones, ¿cuántos mojones echó?
- Sólo uno, pero….
- ¿Uno enorme?
- Larguísimo. Tuve que salir del baño y todo.
- ¿Salirse del baño? ¿Y dónde iba entonces depositando el mojón?
- Pues, primero salí del baño; fui recorriendo el pasillo, bajé las escaleras y fui hasta la entrada de la casa. Mi mujer me abrió la puerta y salí por el jardín, y di dos vueltas a la casa.
- ¿Y todo ello en un único mojón?
- Exactamente. Porque, ya puestos, mi mujer me sugirió que seguramente podíamos batir un record, así que, ¿para qué cortarlo? De ahí que decidiera andar por la casa. Luego medimos el mojón, y vimos que la pieza medía 120 metros.
- ¡Carajo!
- Eso mismo dijo el tipo de los Records Guiness. Vinieron a comprobarlo y en el próximo libro aparecerá mi nombre y una foto de la cagada.
- Pues, me alegro, oiga. Supongo que ahora se sentirá mejor por dentro, ¿no?
- Usted me dirá, tenga en cuenta que ayer pesaba 50 kilos más.
- Oiga, usted debería donar su cuerpo a la ciencia.
- Quizás lo haga, pero antes voy a demandar a esos yogures verdes.
- ¿Los bífidus?
- Esos. Por su culpa empiezo a ir al baño de nuevo.

Y sin más le agradecí su presencia. Dos días después murió. En fin, el cuerpo humano es como una galaxia por explorar. Nunca dejará de sorprendernos.

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