Thursday, October 30, 2008

Conferencia "Cómo Cagar En Casa Ajena"

Estimados lectores, habituales o no, ante todo debo pedirles perdón por mi larga ausencia en este blog mío. El Doctor Cagalera, que soy yo, ha estado viajando a lo largo del mundo impartiendo su nueva conferencia en todo tipo de ámbitos: universidades, salas culturales, clubs de ocio privados, parques públicos…. Y ha sido tal el éxito que he decidido transcribir aquí parte del contenido de dicha conferencia titulada “CÓMO DEFECAR EN CASA AJENA”. Espero que les sea de gran utilidad.

Estimados amigos, amigas…. defecadores todos:

Me hayo aquí con la mera intención de darles unas instrucciones que pueden hacer de su vida un lugar más cómodo. Bien es sabido que las cosas, en gran medida, nos vienen dadas por caprichos del destino, pero eso no significa que no sea posible afrontar las adversidades de una manera cuasi matemática, con la mentalidad de un gran ajedrecista y el alma de un guerrero mitológico. ¿Cuántas veces, a lo largo de la vida, nos ha entrado ganas de hacer caca estando en una casa ajena? Difícil cuantificarlo, y cada persona variará ese número en base a la cantidad de visitas que haga a lo largo de un año a casas de amistades, cuñados, suegros, hermanos… Y señores, ocurre que la cagada no siempre se puede prever; si así fuera, todos saldríamos de casa con las necesidades en su correspondiente váter. Pero nuestro estómago funciona a veces de forma arbitraria y dictatorial, quizás como venganza por las sofocantes digestiones a las que a veces le sometemos.

El caso es que nos encontramos en casa ajena, donde, por más que lo frecuentemos, no es nuestra casa, ni nuestro hogar. Hogar implica libertad, conocimiento absoluto del terreno y los elementos. Y una casa ajena está llena de peligros y enemigos, de forma que cuando la vida nos pone en una situación de desventaja como es una destemplanza intestinal, una bajada a los infiernos del recto, oséase, un retortijón, y esto ocurre en casa ajena, nos vemos totalmente limitados por las circunstancias. El apretón es una gracia divina, un regalo del Todopoderoso que al crearnos nos otorgó, pues supone un aviso de lo que está a punto de acontecer: la cagada inmediata. Y dicho aviso nos da un tiempo de reacción, estimado entre quince segundos y minuto y medio, según qué casos.

Nos encontramos, pues, con la necesidad de sentar nuestros apoyaderos en un retrete, sea cual fuere éste, y con indiferencia de lo más o menos limpio que se encuentre. Lo primero que habría que hacer en esta situación es localizar mentalmente el cuarto de baño. Si hemos acudido más veces a dicha casa, lo normal es conocer ya los puntos de extracción intestinal. Con suerte habrá varios cuartos de baño, con lo que es aconsejable dedicar unos segundos a elegir a cuál de ellos nos vamos a dirigir, dependiendo de la situación en la casa, el usuario habitual del mismo, las condiciones de salubridad, etc, etc. Una vez elegido nuestro destino, el siguiente paso será ausentarse del lugar donde nos encontremos en ese momento. No es ésta tarea fácil, pues es muy importante la discreción. En la medida de lo posible, es aconsejable que nadie de los presentas sepa en ese momento a dónde nos dirigimos y, sobre todo, por qué razón.

Todo el mundo caga, pero no por esto la defecación sigue siendo en nuestros días un tema tabú. En más de una ocasión he habado de la importancia de la normalización de dicho acto humano y animal en general, pero dicho paso está más desarrollado cuando nos encontramos en la calle y queremos hacer uso de un váter público, ya que se quiera o no, en la vía pública somos anónimos en un alto grado, con lo cual eso nos hace despreocuparnos más sobre las consecuencias de nuestra evacuación intestinal. Pero cuando esto ocurre en casa de amigos, familiares o conocidos…. la cosa cambia. Por lo tanto, es aconsejable hoy en día ser lo más discreto posible ante estas situaciones, por lo que pudiera ocurrir.

Estamos pues en el paso de ausentarnos para encaminarnos a un cuarto de baño. Con suerte, en ese momento la tertulia puede estar muy animada, sonoramente altiva, y en ese caso nuestra ausencia puede pasar totalmente desapercibida, siempre que nuestra ausencia no supere lo razonable; puesto que si es así, los dueños de la casa deducirán que usted está cagando o bien robando las joyas familiares. Si es necesario, puesto que el ambiente es silencioso, o hay muy poca gente (quizás usted es el único invitado a la reunión), no tendrá más remedio que excusarse. Se puede salir del paso con un “Voy un momento al baño”. Pero, si se dice eso, si no se especifica lo que hará en el baño, las mentes mal pensantes deducirán que va usted a cagar, simple y llanamente. Con lo cual, se pueden usar expresiones que indiquen la actividad que se va a realizar en el baño: “Voy a lavarme las manos”, “Voy a orinar”, aunque esas actividades sean falsas. Bueno, sí, normalmente orinamos también, y si se es limpio, normalmente también nos lavamos las manos, pero la acción principal es la defecación, y todos lo sabemos.

Decir una de estas frases también implica una estimación de tiempo. Es decir, no es igual el tiempo necesario para lavarse las manos que para hacer de vientres. Si uno tarda más de cinco minutos en realizar la operación, al regreso, no queda más remedio que justificar la tardanza: “Me detuve un momento para observar los cuadros del pasillo. Son realmente excepcionales”. Si no se justificase, quedaría implícito que sí, que es verdad que usted fue a lavarse las manos, pero eso después de cagar.

Pero vamos a dar por superada esa primera fase. Ya nos encontramos en el cuarto de baño. En ese momento, tenemos unos segundos dedicados a la inspección del terreno. Se trata de comprobar que todo está en su sitio: sí, hay un váter, y además papel higiénico, y además un lavabo. Pero la inspección ha de ser completa si es que se quiere vivir una experiencia agradable ahí dentro, por lo que también será necesario asegurarse de que efectivamente la cisterna funciona correctamente, o si la puerta tiene pestillo. Sobre la cisterna, basta con elevar o apretar mínimamente el botón de arranque. Si afinamos el oído, oiremos el ruidito de las gotas de la cisterna caer que, junto con la sensación de tirantez del botón, son los dos hechos que garantizan el buen uso de la cisterna. Por nada del mundo se tirará del todo de la cadena, puesto que, si acaso la cisterna estuviese estropeada, con ese acto acabaríamos por perder el agua almacenada para posteriormente no dejar rastro de nuestra defecación.

Con todo esto comprobado, ya estamos en la disposición y las condiciones adecuadas para sentarnos sobre el váter y proceder. Es importante durante estos largos e intensos minutos hacer el mínimo ruido posible. Cada persona es un mundo, y si usted es de los que dejan escapar un peíto en la arrancada inicial, es conveniente “tapar” ese ruido que puede albergar sospechas sobre lo que usted está haciendo ahí dentro. Sobre todo, porque a veces los cuartos de baño están justo al lado de las salas de estar, lo cual debería estar totalmente prohibido y bien señalado en las clases de la carrera de Arquitectura. ¿Cómo hacer insonoro lo que es muy sonoro e identificativo? Pues emitiendo otro ruido de mayor intensidad que haga nulo ese grito interior de nuestro castigado estómago. Aconsejamos dos: por un lado, la tos. Tosa usted, y hágalo justo en el momento adecuado, de forma que ambos sonidos corporales, peo y tos, se emitan a la vez y el segundo anule al primero. Y por otro lado, cabe la opción de encender los grifos del lavabo a su máxima potencia, sobre todo si usted prevé una escalada de flatulencias variadas durante la defecación.

Una vez acabado, límpiese bien, lávese las manos y no salga del baño sin haber comprobado antes el nivel de contaminación olfativa que acaba usted de producir en dicho habitáculo. Huela, y si realmente apesta, actúe en consecuencia: Lo primero, abra ventanas si las hubiese. Es más, es conveniente abrirlas antes de sentarse en el váter, ya que así la peste fluirá por el baño hasta escapar por el ventanal. Compruebe si hay por las repisas algún espray ambientador. Si no los hubiese, seguramente sí habrá botes de colonia, incluso espray de laca de señoras. Dispérselas aleatoriamente por la habitación, y así evitará dejar rastros olfativos acusatorios. Además, está totalmente prohibido salir del baño sin haber comprobado antes que deja usted el retrete como recién salido de fábrica. Recuerde que la cisterna no siempre es suficiente para eliminar el contenido de su digestión. Use el cepillo, y así evitará situaciones incómodas.

Pero pueden darse situaciones que se escapan a la lógica y que son las causantes de verdaderos problemas. Por ejemplo, ¿qué ocurre si lo que acabamos de depositar en el váter es algo más parecido a un misil que a un mojón? Hay personas capaces de diseñar auténticas estructuras durante la defecación; estructuras fuertes, consistentes, capaces de aguantar su forma por muchas cisternas que se tiren. Si es usted una de esas personas, lo primero es que jamás salga del baño sin haber comprobado que dicho misil ha desaparecido de la vista, porque si no, si se confía, el impacto que tendrás los dueños de la casa puede ser cuasi mortal. Si ha comprobado que el super mojón sigue altivo e irrespetuoso tras tirar de la cadena, debe armarse de valor y hacerlo desaparecer. Destrúyalo con el cepillo, sin miedo, sin piedad. Conviértalo en una masa, porque semejante pepino resistirá lo que se le venga encima si se mantiene compacta tal y como usted lo formó.

La segunda situación incómoda es la relativa a la falta de papel higiénico. Inicia el proceso y se da cuenta de que… ¡horror! ¡No hay papel! ¿Cómo se soluciona? No, deje de mirar el bidet, y plantéese qué hubiese pasado si hubiese usado la técnica de la prevención. Lleve siempre consigo un paquete de kleenex, ya sea en los bolsillos de su pantalón o en la de la camisa. Porque además, uno nunca sabe cuándo va a estornudar tres veces seguidas y va a accionar el botón del moquerío.

Una vez superada esta aventura, regrese con la mayor dignidad posible al salón donde se encuentran los demás invitados, elevando una pequeña sonrisa. Y no importa si los demás deducen que viene usted de cagar, lo importante es que no lo puedan demostrar.

Muchas gracias.

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